Darío Canton | Escritor & Poeta
PUBLICACIONES | Literatura | La saga del peronismo

Norberto Rodríguez Bustamante

Profesor de la Facultad de Filosofía y Letras - 29 de Diciembre de 1964
Norberto Rodríguez Bustamante

Estimado Darío:

Terminé de leer "La saga del Peronismo" y me vino el recuerdo de algo que tenia en la mente desde hacía una semana, pensado en la casa de unos amigos, en ocasión de pasar revista a ciertas actitudes de los intelectuales argentinos. A los pocos meses de la revolución de 1955, en una mesa redonda por Radio El Mundo, fue tratado el tema de la cultura nacional en la encrucijada del presente. Participaron Alcalde, Ghiano y Martínez Estrada. Éste trajo a colación casi en tono quejumbroso que el peronismo había significado para él la emergencia de las multitudes argentinas al primer plano del escenario nacional, su actualización en la realidad vivida de lo cotidiano, la afirmación oscura y vital de nuestro pueblo. Comparó ese hecho con la actitud adoptada por algunos escritores rusos, partícipes de un profundo sentido del común humano, tal como se lo halla en Dostoiewsky; aquello de los "humillados y ofendidos", el descendimiento cristiano al fondo abisal de los simples, de los rudos de modales y de corazón fuerte, de los curtidos por las inclemencias cósmicas y la explotación de los otros, los dominadores, los ebrios de orgullo y ahitos de poder.

Pues bien, sus poemas tienen un extraño, un inesperado acento. Es como si, de pronto, contenidos soterrados, afloraran a borbotones. Podría hablarse de una recóndita asunción del clamor de los sectores populares, cargada de culpabilidad retrospectiva por no haber estado allí, con ellos. Y con todo de evidenciar dignidad estética, sus poemas, tienen un no se qué de equívoco y de resignado. Parecieran una fenomenología del "ser ahí", de la existencia en dimensión colectiva, con su carga de absurdo, de rutina, de habitualidad, de anónimo. Pero en la conciencia impotente de los hombres honrados ésa es la imagen acuciante de las alienaciones compartidas, de la culpabilidad sin redención. Lo que no se advierte en esta Saga es el enjuiciamiento de la realidad. Y no resultaría inoportuno señalar a ese propósito que todas las revoluciones proletarias fueron removidas por los que instrumentaron las situaciones más allá de las emocionalidades compartidas a través del común padecer. Porque, al final de algunas rebeliones circunstanciales, nunca faltó la sumisión agradecida al padrecito aunque fuera el zar déspota de todas las Rusias, cual si nada de lo injustamente promovido, en especie de represión violenta, en contra de "la clase más pobre y numerosa", de que hablara Saint Simon, hubiera tenido que ver con él.

Creo, por el contrario, en la necesidad de enfrentar a los opresores, allí mismo donde las masas fijan sus engañosas proyecciones, estableciendo la lógica separación entre unas y otros. Ciertamente no para imputar responsabilidad a las masas, pero sí, para rechazar a los valores curiosa e inexplicablemente comunes, a explotados y explotadores, inducidos por éstos en las masas. Según es comprensible de suyo, se trata siempre de arremeter como se pueda: con metáforas, con pensamientos, o con acción organizada, en la empresa de abatir a los detentadores del poder injusto.

Atribuya a una perspectiva polémica y agónica estas reflexiones unidas al reconocimiento de su autenticidad intelectual, al escribir lo que escribió.