Darío Canton | Escritor & Poeta
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Prólogo

Traducción del prólogo de Jean Franco a la edición bilingüe de Poamorio (SARU, Estados Unidos, 1984), traducción de Drew McCord Stroud.

En algún momento del año 1975 empecé a recibir unas hojas marrones llamadas Asemal. Asemal era un conjunto de poemas-carta mandado por Darío Canton, un poeta y sociólogo argentino. Algunos de sus ochocientos destinatarios contestaron a sus envíos, cosa que yo nunca hice, aunque la llegada de la hoja marrón siempre me parecía un regalo inesperado. Me daba nostalgias del único otro intento del mismo tipo que había conocido –el antiguo Corno Emplumado que Margaret Randall y Sergio Mondragón publicaban en México en la década del 60. A diferencia de la mayoría de las revistas literarias, El corno emplumado no sólo se dirigía a sus lectores y publicaba sus réplicas, sino que promovía la idea de que la poesía no era alimento para académicos ni un paraíso privado sino un modo especial de relacionarse.

Asemal y El corno emplumado nos recuerdan que la poesía no solamente subsiste como un monumento en el mundo contemporáneo sino que debe encontrar nuevas formas de supervivencia, a pesar de -o quizá a causa de la ruptura postmodernista de los géneros. La novela tiene un público lector amplio, en serie y a menudo accidental, con el que no tiene obligaciones. La poesía, por otro lado, parece ligada más estrechamente a sus lectores, los que, en todo caso, se eligen a sí mismos.

Una de las vertientes de la poesía latinoamericana de hoy está formada por textos que sólo alcanzan su realización a través de la lectura pública, tal como, por ejemplo, la reciente poesía de Ernesto Cardenal.

En el extremo opuesto está la poesía construida como un acertijo hermenéutico que exige un comentario erudito. Asemal representó una tercera alternativa: el salvataje de la comunicación ante obscenidades como la circular en serie y la firma con sello de goma. Los poemas son cartas que no tienen destino concreto pero que invitan a la respuesta.

Toda la obra literaria de Darío Canton ha sido caracterizada por su peculiar enfrentamiento con el espacio literario. El problema especial que Poamorio propone es cómo se puede hablar del amor en la sociedad moderna. Hay muy poco en la Argentina contemporánea que no sea mirado a través del prisma de la ironía y del ridículo y difícilmente se pueda pensar en un tema que invite más a la ironía que el amor sexual.

Quizá esto se debe a que Neruda, el gran poeta amatorio moderno, parecía estar motivado por algo más que la mera relación hombre-mujer. Podemos recordar, por ejemplo, sus Versos del capitán, los poemas secretos publicados con seudónimo para celebrar su relación amorosa con Matilde Urrutia, con la que después se casó. Hay tanta fantasía sexual masculina en ellos que el objeto amoroso parece ser una excusa más para la metáfora.

En muchos poemas latinoamericanos de amor escritos por hombres el "tú" poético es una página en blanco sobre la que se escriben fantasías de creación, conquista y sexo. Ese "tú" es un "tú" femenino de papel, como muchas mujeres lo han visto –por ejemplo, Rosario Ferré en su "Fábula de la garza desangrada".

No es el caso de la poesía de Canton, la que surge de ánimos y situaciones muy concretos, evitando la retórica y la abundancia de metáforas a la que se inclinan tan fácilmente los poetas hispánicos. Estos poemas son escuetos, a menudo epigramáticos. Captan, como fotografías, un instante preciso -de triunfo, derrota, satisfacción o desencanto. Estos poemas son todavía monólogos –esto es, sólo conocemos una parte del diálogo. Pero el "otro" no es simplemente un engendro de la imaginación. Acá hay dos personas en juego.

Los poemas dibujan el mapa de la estrategia y las tácticas de encuentros cotidianos, de los que no siempre el orgasmo es la única experiencia digna de ser recordada. Poamorio es, en consecuencia, un intento de crear una poesía no machista, una poesía que no sea oprimente para la mujer. En la medida en que lo logra, es una poesía que entra en diálogo con la poesía homosexual y la escrita por mujeres. Unidas, todas estas voces hasta ahora marginales prometen algo nuevo tanto para la literatura latinoamericana como para la política sexual.