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VII. La Facultad de Filosofía y Letras

(1947-1952)

Me encuentro en un lugar con mayoría de mujeres, algo que jamás me había pasado; bastantes fuman, lo que no era tan común. Un amor platónico. Recorro las librerías de la Facultad y sobre la calle Florida, así como otras de viejo. También Perlado, a una cuadra de mi casa. Voy mucho al cine. Me conecto con el Centro de estudiantes y empiezo a militar en la política universitaria como reformista. Me enamoro de una chica que no me corresponde pero con la que camino por las calles del centro, desde Retiro hasta el sur, donde vivía. Escribo mi primer poema pensando en ella. Lo sigo haciendo, a buen ritmo, en los dos años siguientes. También un primer cuento que encontró la aprobación de mi hermano Héctor, admirador de Horacio Quiroga, y de H. A. Murena, con el que me veo cada tanto. Es importante referente literario; me alienta en lo que hago. Leo asiduamente Marcha, el semanario uruguayo. Tomo parte en una huelga universitaria y paso diez días preso en Villa Devoto. A poco de salir impulso la creación de Centro, cuyo editorial escribo; allí aparece mi primer poema. Conozco también, con motivo de la revista, a Ricardo Rojas, con el que se produce un malentendido. Me deslumbra un número de Esprit, la revista de Emmanuel Mounier, en el que informan sobre una encuesta a estudiantes franceses. Unos meses después, un día antes de la muerte de Evita, rindo mi último examen, más bien lamentable, con Hernán Benítez, su confesor, y me recibo.