Darío Canton | Escritor & Poeta
PUBLICACIONES | Literatura | De la misma llama - Nue-Car-Bue (1928-1960)

Darío Canton en el coro de documentos y de espejos

Santiago Funes, Villar Saint Pancrace, Octubre del 2008

lanzadera fatal urde el acaso
de la vida en la trama la costumbre:
toda vida a la postre es un fracaso.

M. de Unamuno, El fracaso de la vida

Lo se bien: la desconfiaza del lenguaje, el constante temor de ser mal comprendido
y de ser imputado de intenciones que uno no tenía pero que el Otro descubre como faltas,
son en el fondo de cada uno de nosotros como la certidumbre del fracaso de la comunicación,
como nuestra irremediable soledad.

A. Gorz, Le traître

Los anteriores volúmenes de De la misma llama han suscitado la pregunta por el género: autobiografía de un pirómano, collage peculiar por el que la trayectoria del poeta se convierte en objeto observado, rompecabezas autobiográfico, historia de los poemas e historias tramadas en los poemas, historia de una entrega a la literatura. Darío Canton ha dicho que el origen reside en el deseo de mostrar el trabajo del texto, la proyección de poemas hacia adelante y hacia atrás en el tiempo. De mi lado, sugeriría que el sexto tomo (1), que debió ser el quinto y acaso el primero, me ha parecido, disfrazado de documental, una narración en regla, hermosa y poética.

Diría, advierte el autor desde el comienzo (pág. 10), que se me puede considerar un buen secretario de actas, alguien que sin ser taquígrafo ni recurrir a un grabador, da cuenta en forma razonablemente adecuada de lo que sucedió y se dijo en alguna ocasión. Acude entonces a la búsqueda, persigue, escarba, deslinda, recupera, reescribe, clasifica, ordena, copia, transcribe, traduce; anuncia que su propósito es documentar los años iniciales de la historia de quien aspiró a ser escritor.

El resultado es una composición de escritos y objetos, de imágenes y actas notariales, resúmenes de sesiones psicoanalíticas, libros, fotos, cuentas. Una compilación de recuerdos, escritos iniciales, voces ajenas, lecturas de niño, escritos de terceros, documentación gráfica y antecedentes familiares. Mediante el armado de documentos en una red de significación, la obra relata los primeros treinta y dos años de la vida de un argentino nacido en 1928, presenta el juego entre orden social e interacción de los individuos, entre restricción y norma por un lado y construcción de la libertad del ser humano por el otro.

¿Quién relata? ¿Un amanuense, un narrador, un actor, un autor? El texto transforma constantemente, me parece, el amanuense en narrador, el narrador en actor, el actor en autor, todos conducidos a la creación de una historia intransferible, llevados al lugar del lector en una novela que sin embargo no existe.

Historia en ocho escenas. O nueve, porque con el permiso del autor agregaría una inaugural a la serie: un niño que dice llamarse Luis Suficiente cuando juega al doctor, está sentado en un mostrador de panadería, con una mascota de paño al lado, y canta de memoria Era para mí la vida entera, / como un sol de primavera, / mi esperanza y mi pasión. / Sabía que en el mundo no cabía / toda la humilde alegría / de mi pobre corazón. / Ahora, cuesta abajo en mi rodada, / las ilusiones pasadas / ya no las puedo arrancar. / Sueño con el pasado que añoro, / el tiempo viejo que lloro / y que nunca volverá... (Cuesta abajo.Gardel y Le Pera).

- Perplejo e inquieto el niño mira el dedo índice de una mano que se introduce repetidamente por el círculo hecho por la otra mano entre pulgar e índice; se pregunta qué quiere decir, inventa, busca sin obtener respuesta.

- Casi adolescente, bien peinado con raya a la izquierda, espera con calma en la vereda; percibe el aplomo que le dan los anteojos nuevos, esa distinción. Estridente, un Cuatro ojos, date vuelta que te cojo se le viene encima, lo derrumba, hiriéndolo de una herida demasiado grande, sin cura ni explicación, para toda su vida. El narrador anotará que esta escena es tal vez la justificación del trabajo de escritura; cuando la vea escrita pensará que su vasto proyecto termina, puesto que ha alcanzado a escribir lo que jamás [se] había atrevido a repetir.

- En una cámara oscura y rodeado de quienes sabrán que algo pasó pero no qué pasó, el muchacho de 17 años arriesga, roza, insiste, obtiene, escribe; la mujer conserva el papel y lo llama después. Tiene ocasión de aprender a ser amante de mujeres casadas pero no puede sacar el deseo de la oscuridad originaria. De haberlo hecho, advierte años después, quizá este libro no hubiera llegado a ser escrito.

- Joven universitario, el destino femenino vendrá a buscarlo. La amada entra a la casa, el narrador se ha preparado, puesto Mozart en la radio, revisado la tersura de la raya ligeramente engominada, la corrección del pantalón recién planchado. El más allá del amor platónico es un abismo, la muchacha entrega un libro, agradece, èl la acompaña ceremoniosamente al ascensor.

- El hombre de casi un metro ochenta se inclina hacia la mujer en la noche fría junto a la Biblioteca Nacional. Martha, a quien sabe un amor imposible, acaba de pedírselo. Ella lo besa y como de costumbre corre hacia su casa. La marca quedará en la boca del narrador, inolvidable. Esa muchacha baja, morruda, desenvuelta, que no responde a su pasión, será su primera musa. No vivo. / Manotones tiraría para echar / lo que dentro de ellas late, / diez corazones mis diez dedos / por los que la vida a raudales se me vaya. / Pero no sale (pág. 526).

Alrededor de esa sucesión de escenas la trama de una educación sentimental se teje con los hilos simbólicos, realidad e imaginario en nueve grandes frescos o capítulos. La interpretación, anotada con la aparente nitidez de la letra, se ofrece paradojalmente como tarea, placer, lugar de lector.

Ese niño que fui al comenzar la primaria, recuerda el narrador viéndose en la casa de sus abuelos en Carmelo, en el camino de la autoconciencia, estaba solo, disponía de un benéfico barniz familiar, sufría discriminaciones, confirmaba su inteligencia, aprendía a rebelarse contra la injusticia y no se engañaba acerca de las argucias del poder. Y sin embargo, no sospechaba el precio que habría de pagar por ser como era (pág. 111).

Era alto en un patio colorado, tenía dos pollitos en la mano. Mataba moscas con palmeta. Ninguna foto, salvo las de los dos primeros años, registra una sonrisa. Buscaba entre panteones, parientes amputados, huellas del pasado. Estaba entre dos orillas. Tal vez una, había nacido, lo sabría después, cuando Louis Armstrong tenía 27 años y grababa parte de la mejor música tocada jamás. Y quizá en una segunda orilla, en su casa natal de 9 de Julio lo esperarían grabaciones de Tito Schipa, Caruso, Miguel Fleta...

Descubría el dolor (pág. 207): é estrañado infinito / dice / y su amanuense / no pone la h / pero no importa / porque ni él ni aquellos / a quienes se dirige / la echarán de menos / [...] / porque Juan / nacido Jean / al que sus hermanos llaman Manech / está hablando de su dolor.

Descubría la humillación (pág. 107): cuando fracasé y me hice encima salpicando en parte la pared. Al día siguiente [mi tío político] decía, a quienes lo quisieran oír, un tanto crípticamente, que yo había andado "pintando corazones". O cuando, incitado por ese mismo tío, corría velozmente para encontrarse con que lo habían impulsado a ofrecer el espectáculo del movimiento de sus glúteos, cosa que al parecer le causaba gracia al pariente en la plaza Artigas.

Cuando el narrador termina la escuela primaria en 1939 se había suicidado Lisandro de la Torre, la guerra civil española concluía y en diciembre el Graf Spee estallaba frente a Montevideo. Por toda preparación u orientación para quien comenzaba su adolescencia sobre fondo de década infame, guerra mundial y corrupción, recuerda Tratar de que lo que uno hiciera fuera beneficioso para los demás (pág. 384), parte del ¨tetrálogo¨ de las expectativas paternas; una perdurable pretensión de perfección, la noción de que el placer proviene del deber cumplido. Anotará más tarde que, influido por el ambiente en la escuela, en la que algunos leían y distribuían el diario nacionalista El Pampero, enfrentó a su padre partidario de los aliados acerca de las posibilidades de que los franceses detuvieran el avance alemán.

La sombra de Unamuno acompaña la trama. Es el padre intelectual (pág. 427) elegido por el narrador no mucho después de llevar al padre de su nombre al cementerio. Fecundada por Unamuno, sus ansias de gloria y su defensa del quijotismo [mi meta], el norte para mi vida, el objetivo por el que lucharía desde entonces serían los libros, el fruto de mi escritura, escribe a los catorce años.

Lee El joven de carácter. Sin orientación sexual alguna, se advierte embarcado en la abstención hasta el matrimonio, como rasgo y limitación (alguien podría haberle señalado después, como inhibición y angustia).

Notará, entre 1940 y 1943, una época de grandes enfrentamientos ideológicos a propósito de la guerra, la ausencia de simpatizantes del Eje en Carmelo y su notoriedad en Buenos Aires (pág. 436). La revolución del 4 de junio entrará de lleno en su vida escolar: cantará marchas patrióticas, copiará discursos de ministros, primero la Patria que perdura, después las instituciones que cambian. El honor de ser argentino impone sacrificios y obligaciones. Ser argentino no incluye una posición pacífica o literaria. Es una condición dinámica, esencialmente activa. Somos una nación libertadora e institutora, con el derecho inalienable de desempeñar una función rectora en Latino-América. Debemos mantener nuestra personalidad, hispánica, católica, apostólica, romana (pág. 437).

En la universidad (1947-52), se reconoce reformista -eventualmente admitiéndose en el linaje de su abuelo Serapio Indart, a quien "muchas veces oímos condenar el arrasamiento de las instituciones tanto en los vecinos países como en el nuestro [...], ejemplo de firmeza cívica" (pág. 495). Militará en el centro de estudiantes con otros como él, que teníamos interés en serio en lo que hacíamos y una auténtica necesidad de saber y de encontrar gente con la que pudiéramos aprender, [y que] creíamos poder hacer algo por los demás (pág. 501). Se convertirá en dirigente, para comprobar la soledad de quien pone el cuerpo y revelar su empecinada convicción en el trabajo y la paciencia. Sintiéndose portadores de una política cultural, nuevos cruzados, conquistarán la mayoría para contrarrestrar una influencia del partido comunista sin mediaciones ni proximidad, hasta entonces prevaleciente a causa de la atonía del movimiento estudiantil luego de la derrota de la Unión Democrática en 1946.

Es un período en que el narrador dice haber sumado poemas. Comienza a mostrarlos. Murena, que alguna vez dibujará su carta astral, advierte un intento de decir algo propio, de un modo que le parecía válido. Vano, inútil, / querer eternizar instantes; / como atesorar montones de agua; / algo casi sin sentido (pág. 537). El canto y la música lo conmueven o por su perfección o por el significado del instante, y escribe Senderos de inquietud transita el alma. Un Cuento sin nombre de 1951 comienza diciendo Después de todo, quizá había nacido para muerto (pág. 557).

Escribirá que es en la ciudad donde se está librando la lucha por una nueva argentinidad que supere tanto nuestra soledad vacía como nuestro idealismo ingenuo sin contacto con la realidad. Y andamos a los tumbos. Todo ciudadano es un "si" y un "no", un ansia de independencia y una desesperación de comunión (pág. 564). Impulsará la creación de una revista, Centro, en la que publicará por primera vez un poema, Fraternidad.

Seguirá los conflictos con el gobierno peronista, antiperonista quizá en relación con los aspectos menos importantes, como los vínculos con la derecha pro fascista, la imposición de religión en la enseñanza, esa ansia por meter en la misma bolsa a todos (pág. 502). Seguirá el antiimperialismo humanista de Marcha. Anotará que "el más alto heroísmo es el de luchar sin esperanza del triunfo inmediato" y que "hay un gran combate por delante". Escribirá una parte de la Guía del Estudiante, participará en una huelga con motivo de la detención de Enrique Bravo, será detenido durante diez días y escribirá Habrá un abrazo en cada calle cuando salgas / con los barrotes cruzados sobre el alma / y una ráfaga del aire que discurre / dore tu cara, sol de luna. / En la noche larga como calle no cortada / te mezclarás con la poca gente que camina / y mascarás el chicle sin premura / de lo que tienes y los otros no aprendieron (pág. 545).

Finaliza la carrera y advierte que no pertenecer al partido en el poder significa el cierre de opciones profesionales. Los servicios de un centro de estudiantes le permitirán responsabilidades y salario. Escribirá sobre la atonía que el gobierno peronista ha provocado en todo y en nosotros, [acá] no hay gente que hable, o mejor, no hay dónde hablar; no hay de qué hablar, o mejor, no hay dónde hablar (pág. 617); describirá que a su generación, a los mayores, "les tocó vivir años de estupidez, en lo intelectual al menos, y lo hemos pagado con nuestra formación" (pág. 647).

Sobre el 17 de octubre de 1945 dirá en La saga del peronismo Suben los brazos y bajan, / suben los puños y bajan; / pañuelos y pañuelos que se agitan, / voces que se quedan roncas; / sudor y semen / empapan / la multitud, / la amalgaman; / miles de cuerpos / copulan, / inolvidables, / se encuentran en el abrazo. // --Compañeros, compañeros… / Un rugido atruena el aire. / ¿Quién quiere silencio ahora? / Que se lo guarden los muertos.

Tiempos de noviazgo, Y me trepaste como liana alrededor / y me tapaste la boca con tu boca; / llamabas a gritos desde el mar / y rompí amarras, sin memoria (pág. 609), de dudas, de una primera experiencia analítica, de inseguridad, el día que me muera / quiero que nadie me mire. Final de carrera, casamiento y trabajo en otras ocupaciones. Lejos de la poesía.

En septiembre de 1955 está en el centro de la ciudad; mira a mucha gente festejar el derrocamiento de Perón (2). Escribe el dedo pulgar del temor deforma lenta o rápidamente la conciencia de la gente. [...] Es asombroso cómo hay una oscura necesidad de vivir en la legalidad de no ser un desterrado del orden social (pág. 627) Lejos de lo que le gusta, escribir, la vida intelectual, le faltan el tiempo, el dinero, el espíritu, subraya, la decisión para escribir, temas propios que expresar y difundir (pág. 628).

Participará en el análisis de los candidatos en concursos de cátedra, enseñará educación democrática en una secundaria, explicando las razones del poder en curso a alumnos cuyos padres, en mayoría, habían sido acorralados en la marginación política. A ellos se referirá, otra vez en La saga del peronismo: Nada; / el alma encoge, / se amolda / al tamaño de la casa, / estrecha, / más estrecha cada vez. / Tras el verano el otoño / y otra vez el verano; / las fotos en los armarios, / los carnets en los cajones, / todo igual, lo mismo todo; / sobre un 17 y otro / la lluvia siempre cayendo, / sobre un 17 y otro.

Salió apurado, escribe en 1958, del empleo / para ver al hijo / y sobre el escritorio /desparramadas / le quedaron dudas / [...] Viajaron con él / bajaron corriendo / tomaron la llave / irrumpen / -cómo te va querido- / le dan un beso (pág. 655).

Un año después El alma es esta toalla / empapada de tristeza / [...] boqueando / en busca de lo perdido / [...] las gotas de sangre / las reservas / que se acaban / del amor / la ternura / una sonrisa (pág. 661). Y comprueba [...] vuelvo a vos desde lejos / como el que viene a morir / en lo que siempre fue suyo / [...] como el que ahora confiesa / aunque sea un poco tarde / que siempre te ha querido: / mi gran amor / verdadero / la poesía (pág. 668).

La renovación de la universidad con Risieri Frondizi es vivida como un renacimiento en el que el narrador recuperará el sentido misional de su trabajo en el Instituto de Sociología con Gino Germani, encarando un inventario de la situación social del país con miras a modificarla; en la secretaría de prensa de la Universidad y luego como secretario privado del rector; un fervor de cambios y de vocaciones, según recuerda.

Me había propuesto "triunfar": ser-hacer lo que eran-hacían mis compañeros con su docencia / lectura / escritura. Yo habría de lograrlo con la sociología y la poesía. La primera sería la que más horas me llevaría pero no la preferida (pág. 653).

Época de circunstancias atenuantes. El amor es un muro, ya se sabe, y entre los amantes, dos almas en pena, la madre, como un cuchillo se ha clavado entre los dos (pág. 622) El precio a pagar, esa no sospechada amenaza, ¿era esta somnolencia sin culpable, esta energía evidente e inútil, esta falta de escritura, esta incapacidad de leer los signos del amor, este actor que declama bajo las luces su boca maldita / pronuncia palabras / que no borra el viento / palabras que hieren / por siempre jamás (pág. 686).

El libro termina con el narrador al pie de un avión, camino de la Universidad de Berkeley y tal vez hacia una nueva época en que, siendo joven, parecía que cualquier cosa podía ser. De alguna manera iba a empezar una nueva vida, en otro medio y entre otra gente. En otro idioma. Y agrega un poema (pág. 705): El médico concluyó: / usted es apto / tendrá los hijos que quiera. / Muy bien, le dije / pero después pensé: / más vale que esta raza / de heraldos, panaderos / bufones, nuevos y antiguos / idiotas curas de aldea / amantes y prostitutas / se extinga. / No dejemos que la tea / pase / desde un siglo a otro siglo / y ahoguémosla ahora; / echemos de una vez la llave.

Poco antes, Álvaro Alsogaray proponía Hay que pasar el invierno, semanas después de que se declarara la conmoción interna del estado para reprimir a la resistencia peronista. A la universidad de Risieri Frondizi le quedaban dos años. Pronto el presidente Frondizi habría de declarar que no renunciaba, nombraría a Rosendo Fraga como jefe del ejército, proscribiría una vez más al peronismo.

En adelante las cartas se redistribuirían en el horizonte de la coexistencia pacífica. Hasta la iglesia parecerá cambiar. Llegaba al escenario la generación nacida en los años cuarenta, que miraría al planeta con ojos distintos. Se pensaría que vivir mejor era posible, que se podía pedir y obtener más, batirse por más salario, otra cultura, más derechos, otra sociedad, que lo esencial estaba en buenas manos. A los cortos años de esperanza sucedería en Argentina un largo y despiadado período.

Una educación sentimental sobre el fondo de la experiencia de una generación de intelectuales argentinos a la que le habría tocado, en los misterios de la tragedia, la convicción, el trabajo y las pasiones, la tarea de observar que no son muchas las posibilidades de autogeneración de la democracia.

Por esos años ¿cuál había resultado ser la presentación de sí de ese sujeto, del actor en cuestión? Según propone en otro volumen (3), habría sido un individuo capaz de aislarse y de concentrarse, con afectos extremadamente particularizados, con una serie de exigencias que hacían que sólo se diera excepcionalmente, buscando una persona; ése habría sido su modo de ser fuerte, y hondo, e íntegro. Que cocinaba el mundo y su persona en una espera de difícil acceso para los demás, viviendo a un ritmo de eternidad, madurando lentamente con una ingenuidad calculada. Que apreciaba más el estímulo de quien lo apoyara en lo que quería hacer, que el de quien lo quisiera pero con su querer lo invadiera sin verlo. Alguien que tiempo después habría de lamentar, acaso, que en su esfuerzo por llegar a ser no hubiera podido afirmar con más intensidad sus certezas, sus audacias. Y alguien que sabía (pág. 603) que en el pescante, al lado mío, / del carro de la vida va la muerte. / Carrera rauda cara al viento / cuando el caballo se detenga / abreve / acabará en cualquier cañada un día.

Podría evocarse un cierre unamuniano (Niebla, reflexión postrera del perro Orfeo): "¡Qué extraño animal es el hombre! Nunca está en lo que tiene delante. [...] No hay modo de saber lo que quiere, si es que lo sabe él mismo. Siempre parece estar en otra cosa que en lo que está, y ni mira a lo que mira. Es como si hubiese otro mundo para él." Mientras el narrador, en uno de sus autoexámenes, podría responder - Lo que más me falta es eliminar todas mis dudas con respecto a lo que puedo y no puedo hacer, y ponerme a hacer algo por lo cual puedan llamarme el día de mañana (músico, poeta, pintor, escritor, pedagogo, lo que sea) (pág. 647).

O, puesto que de eso se trata según el subtítulo del volumen, De hijo a padre, en un lenguaje psicoanalítico más reciente, la sospecha de que este volumen de De la misma llama sea una y al mismo tiempo múltiple metáfora del discurso en el que un sujeto deviene y se ordena como una función de acomodación de elementos simbólicos llamada padre (4). Con lo que la narración habrá sido también el relato de la fabricación del sujeto al azar del proceso simbólico, producto de lo que el libro muestra, oculta, convoca.

Este volumen de De la misma llama hace pensar en una reflexión de Noé Jitrik (5) acerca de que la significación de un sujeto produciendo textos no es algo que se pueda ver en lo inmediato ni fuera de un proceso en el que están comprometidas las diversas dimensiones que concurren para establecerse en el campo de la lectura.

Una dimensión posible es la anunciada al comienzo de esta presentación: el narrador transformado en el amanuense de un cierto Darío Canton que le dicta, ya lejos en el tiempo, las escenas en las que se dibuja la historia de su búsqueda de un papel, de una versión de sí mismo, de una fachada o de una cara, de una presentación de sí que se arriesga, ante la apariencia de la sociedad y de los otros, al juego de producción de impresiones. Habría un yo inalcanzable, puesto que los otros no terminan de reconocer la validez de su personaje, y porque el actor Canton tiene constantemente dificultades para dominar la puesta en escena.

En la misma carta, Jitrik afirma que "para ver algo en uno mismo mientras intenta ver en un texto es preciso el concurso de varios", cita que extraigo de su contexto y convierto en enigmática para sugerir que el actor Canton ha comprendido que la historia de su búsqueda es interminable, y que una de las claves de interpretación y de disfrute de este volumen es aceptarlo como una apelación a la literatura, a la literatura como forma social de indagación, de exploración de las vidas humanas. Acaso sea por ello que dicta el 23 de agosto de 1955: Muchas veces Dios no es sino el Gran Lector que buscamos y así el remitirnos a Él suele no ser más que buscar al lector fiel, la gloria imperecedera, pero quizás por despecho, por no lograr la otra (pág. 618).

Porque a eso habría aspirado, después de todo, cuando anotaba como mirándose en el espejo del mundo en la Despedida de 1952:

Sabías lo que era el hombre, cada uno de nosotros, y también tú, y nos devolvías en tu imagen lo que podíamos ser, lo que era aunque no estuviese a nuestro alcance, la certidumbre final para oponer a cualquier cosa. Y nos enfrentábamos con ella cada día. Vivías como nosotros, eras uno más, pero en ti todo se aliaba extrañamente y lo que parecía más importante perdía valor y lo menos resaltaba. Parecían paradojas a veces lo que hablabas y quizá hoy tu silencio nos enseñe que estuviste diciendo verdades, lisa y llanamente, y no supimos entenderte del todo (pág. 589).

De tal modo que esta nota podría concluir diciendo que ni amanuense, ni narrador, ni actor, Darío Canton aparece en la escena de este volumen, coro de documentos y de espejos, como un escritor ante el riesgo de la lectura, esa plenitud que buscara y busca en este libro entre voluntad y duda, entre razón y racionalidad.

NOTAS

  1. Nue-Car-Bue. De hijo a padre (1928-1960), Libros del Zorzal, Buenos Aires, 2008. Las citas del texto del narrador y de los escritos de D. Canton se incluyen en itálicas.
  2. Un par de contemporáneos suyos andan cerca ese día, viendo lo mismo. David Viñas le dice a Juan Carlos « Lito » Marín: Miralos bien. Dentro de unos años, éstos que festejan pedirán a gritos el regreso de Perón.
  3. Cfr. Carta a Noé Jitrik, De la misma llama, Berkeley (1960-1963) vol. 1, pág. 232. Ediciones del Zorzal, Buenos Aires, 2004.
  4. María Argüello, ¿Dónde está el padre?, Nostromo, No. 1, invierno 2007, México, pág.10.
  5. Noé Jitrik, Autobiografías, memorias, diarios insomnes y oníricos. Sobre la crítica, 1994, http://www.literatura.org.